jueves, 4 de julio de 2019

Presentación - Poemario de Blanca Caballero


Blanca cautiva con su poesía. Cuida de las palabras, les da tiempo a que crezcan, que se transformen en sol, lágrimas o tempestades sobre pétalos de flores.

Ella busca palabras que definan su país, palabras tiernas que reflejen amor.

Como existencialista, busca la esencia de la idea, cuidando que no salgan tempestades, ella se protege con la brisa del mar, tirando a este las palabras que censuran, eliminando así sus dolores, las palabras que rasgan sus sentidos.

Reposa las noticias que le llegan, dudando si es una puerta que se abre o que se cierra.

El camino recorrido, es un camino donde ha dejado huella de sus lágrimas húmedas, dejándole los pies heridos, pero también ha dejado huellas firmes como las piedras, dudando si ese recorrido es un castigo o una recompensa.

Blanca, se preocupa de otros seres humanos preguntándoles sin prisa cuantas veces han nacido y cuantas han muerto.

Observa como hay cosas sagradas que se ocultan entre libros o rincones inaccesibles. Observa como la rosa mística se calcina y resurge de las cenizas, entre sombras de oscuro abismo.

Blanca se acerca silenciosa al filósofo y pregunta que perturba su silencio.

Ella deja de llorar por lo perdido y llora por lo que se está perdiendo, preguntándose si podrá evadir al príncipe de las sombras, anhelando destruir lo que atormenta.

Ha visto la cara del tiempo en un reloj que despierta, y en un reflejo plateado que se quiebra, como las voces de los sufridos que lloran.

No intenta descifrar jeroglíficos, si no que hemos llegado aquí, quizás por capricho, y explicarlo con lógica sería absurdo pues viene de la universal conciencia.

A través del extenso río, mantiene la llama encendida sin mirar atrás, sin permitir que el viento o las brisas imprevistas la apaguen, iluminando así el camino, cuidando de que no le salpique el agua, deseando que la llama sea eterna.

Expresa, que hay momentos mágicos que nos convierten en piedra o transforman en paloma y que no hay que dejarlos escapar, porque recuperarlos sería imposible.

Su reto es un desafío que no acaba, analizando alternativas, evitando cualquier torpeza. Sin poder detener el tiempo y menos aun volverlo atrás nos transmite que nos conformemos al final con el perdón. Humanos somos, humanos seremos hasta el fin.

Nos aconseja protegernos con las hojas del otoño y si esto no es posible, que procuremos llegar a las montañas donde el frondoso bosque nos amparará.

Encuentra un laberinto, donde puede romper con aire brusco barreras, como las agonías que reposan en el vacío.

En pequeños espacios ocultos a ajenas miradas guarda penas, nostalgias y glorias, no quiere que vean sus temores. 

Oculta con perseverancia, vivencias, angustias y desengaños. También cuelga en noches blancas amores despreciados, tristes y solos.

En sus espacios íntimos, ocultos, no deja que las luces lo descubran.

Ella contempla múltiples imágenes sobre superficies plateadas y una se desprende para aferrarse a sus pupilas y otras imágenes se deslizan sigilosas.

Nos invita a salir en la noche a buscar misiones escondidas como romper la línea que sujeta los pies de los sumisos, y después descansar sobre su manto de flores.

Pregunta a los árboles el secreto que guardan y a los cisnes cual es el momento de entonar el canto, pendiente del último instante.

Se pregunta que hay detrás del temor divino que le atormenta, recorre un laberinto que se expande al avanzar.

Sus pies se han cuarteado con el golpe seco del camino, convirtiéndolos en barro que se quiebra. Sus brazos se hacen largos cuando pretenden abarcar el infinito. Su corazón de barro compite con los latidos de la tierra.

Da puntadas al azar intentando cerrar el agujero que se formó para dar paso a la luz del ocaso.

En su cabeza coloca un sombrero de estrellas y cada vez que pasan sombras saluda con el.

Siembra en su jardín los pedazos rotos de un viejo álbum en medio de un fuerte viento y frío alrededor.

Siente el tiempo en el vaivén de las olas y la arena fina. Cerrando los ojos mece el pensamiento del amanecer.

No teme a caminar dando tropiezos, quebrantando la línea del sendero.

Busca otro sitio, que no sea el que marca su destino, donde queda sin aliento al contemplar su camino por la vida.

Tiene el dilema de pedir amparo o no, a un ángel caído de su desván, y finalmente se mantiene a distancia.

Su torbellino llora los adioses de los poetas que persisten en confundir días con noches.

Rompe con la línea inerte, sacude su ruta que se hizo incierta tratando de encontrar, el camino que perdió en la tormenta.

Se pregunta que muere de ella, entre muros que le aprietan. Atrapa el aire con música celestial.

Ha buscado ser libre sin comprender el sentido.

No olvida a su madre cuando le dijo: DEJAR DE SER ES MI DESTINO.

Tratando de hacer maletas donde llevar añoranzas, donde llevar corazones, ha visto irse despacio, aprisionada en un aliento, el tierno recuerdo de sus amigos. Se fue a un lugar distante con la garganta apretada.

Ella ha recorrido calles conocidas, ha buscado lugares escondidos intentando realizar un viejo anhelo, tratando de encontrar aquel recuerdo.

Blanca, es brazo que abraza y por ello esta tarde yo también le abrazo y le felicito por este maravilloso poemario. 

¡GRACIAS! POR REGLARNOS TANTA HERMOSA POESÍA.


Elena Sáiz Sepúlveda. 19 de Junio de 2019

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