Son muchísimas personas que viven en pequeños pueblos. En lugares prácticamente despoblados, con apenas gente, pero no les impide cada tarde-noche a las 8 salir a sus ventanas, a sus balcones para aplaudir en medio de un silencio extremo.
Ellos y ellas se suman al resto. A las ciudades, donde los aplausos son más numerosos, abarcan más cantidad de personas aplaudiendo.
En pueblos con apenas gente hay muchísimas personas con ese gesto tan hermoso y humano de aplaudir en estos días de confinamiento. Ellos y ellas están bajo el mismo cielo que el resto y con los mismos peligros.
Yo me uno a esos aplausos solitarios, sonoros y universales de los pequeños pueblos donde las limitaciones en estos días son más si cabe, que las personas que estamos en las ciudades.
Yo me uno a esos aplausos que con fuerza todos dedicamos a los grandes héroes de esta batalla del coronavirus.
Elena Sáiz Sepúlveda.
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